Aupa ahí.
Ésta es la crónica de mi último viaje.
He pasado por: Francia, Italia, Eslovenia, Croacia, Serbia, Bulgaria, Turquía, Irán, Turkmenistán, Uzbekistán y Kirguizistán.
Unos mapas más detallados para poder ubicar los lugares de los que se va a hablar.
La ruta normal para llegar hasta Asia desde aquí por carretera pasa por Belgrado.
Por Sofía.
Y por Plovdiv, también en Bulgaria.
Por el camino la iglesia de Boyana del siglo X. Humilde en el exterior, pero con interesantes frescos en el interior.
Es patrimonio mundial según la Unesco.
Y adentrándose en los Balcanes el monasterio de Rila, también del siglo X.
También patrimonio mundial de la humanidad.
Y entro en Turquía. Hay que entrar con un visado que se consigue fácilmente por internet, y no hay que olvidar la carta verde del seguro. Tanto aquí como en Bulgaria exhaustivo registro de la moto en cuanto ven en el pasaporte el visado a Irán.
En Edirne, la primera ciudad de Turquía, siento que empieza mi verdadero viaje. Soberbia mezquita Selimiye. La más grande de su época.
En Turquía occidental ya estuve en 2011 (quedó relatado en: turquia-y-siria-en-moto). En este viaje mi siguiente destino es Ankara donde tengo dos misiones: tramitar el visado de Turkmenistan, que al no tener embajada en España no pude llevarlo hecho, y visitar el tan reputado Museo de las Civilizaciones de Anatolia.
El Museo de las Civilizaciones es enorme. No soy mucho de museos y no le dediqué todo el tiempo que seguramente merece.
En algunos casos te ponen la foto del lugar donde se encontraban originariamente. Una pena no haberlos podido ver allí ‘in situ’ antes de que alguien los desvalijara y trasladara.
Afortunadamente, aún hay lugares donde poder ver ‘in situ’ este tipo de tesoros. A doscientos kilómetros de la capital se encuentran las ruinas de Hattusa, la capital del imperio hittita que dominaba esas tierras en la lejana edad de bronce.
A la noche me encontraba en Sivas, delante de un hotel de 4 estrellas, el único hotel con habitaciones libres de la ciudad, resignado a pagar por una noche tanto como lo que había pagado por mis 4 noches anteriores cuando aparecen dos moteros de paisano interesados por la moto y mi viaje que me consiguen un alojamiento en una especie de colegio mayor, me invitan a cenar y me enseñan la ciudad. ¡Bendita comunidad motera!.
Sigo dirección Este y llego al fronterizo Dogubayazit.
Se me hace curioso que esta carretera E80 que llega hasta Irán sea la misma E80 que pasa por Bilbao.
Desde Doguyabazit se ve imponente el bíblico monte Ararat, donde atracó el arca de Noé.
Lo intento subir. Son 5165m.
Pero no hubo suerte; a 3200m de altura los militares llaman a nuestro guía y le dicen que, debido a la vuelta a las armas y los últimos atentados del PKK, debemos abandonar inmediatamente el monte.
No fue agradable, pero más lo sintieron el grupo de armenios con quienes compartía guía. Para ellos el Ararat es su símbolo nacional y subirlo casi una obligación patriótica. Deberán volver otro año.
Tengo dos días más para visitar la zona.
PKK y Ararat.
Palacio Ishak Pasha.
Busco a los mejores profesionales para el cambio de aceite…
Casi ya en Irán no puedo resistirme a otra foto con el Ararat.
Pero la última foto en Turquía es en la misma frontera, bajo la atenta mirada de los ayatolas al otro lado de la verja.
Irán requiere visado que se debe solicitar con cerca de un mes de antelación en su embajada en Madrid. La moto requiere carnet de passage que debe solicitarse en el RACE con tres semanas, un trámite complicado que requiere aval bancario, y que no es precisamente barato.
La burocracia dentro de la frontera iraní fue infernal. Delante de mí había un grupo de británicos dirección Mongolia; ellos, al igual que los estadounidenses, tienen la obligación de entrar con guía iraní en el país. No me corté y les pedí permiso para ir con ellos en todo el proceso; así que todos detrás de su guía de ventanilla a ventanilla hasta conseguir tener todo sellado, además del permiso de importación y el seguro de la moto. Todo ello duró 5 horas.
En la siguiente foto se ven a mis salvadores.
En la siguiente foto se ven a mis salvadores.
Y ya estoy en Irán. Bien.
Abandono la carretera principal nada más entrar en el país. Me apetecía perderme por sus zonas rurales.
Esta parte es bastante montañosa, y verde en pleno verano.
Foto junto al monasterio armenio de San Tadeo (Qara Kelisa).
En el primer pueblito me encuentro con esta colorida mezquita, como todas las que veré en el país. Y la tónica de este viaje: separarte de la moto diez pasos para sacar una foto y para cuando te das la vuelta ya la tienes con gente alrededor.
Desde que entré en Turquía noté que la moto no iba fina. Cada cierto tiempo iba a tirones; vi claro que debía deberse a la baja calidad de la gasolina que me habían debido echar en algún repostaje. Paro en un taller a que me ayuden a vaciar el depósito y enseguida se presentan voluntarios para invitarme a sus casas a cenar, dormir… En este viaje he comprobado lo que tanto he leído a otros viajeros sobre la hospitalidad iraní.
Poder hablar con ellos en su casa sobre su país, su cultura, política, y responder a todas sus curiosas preguntas sobre el mundo exterior fue una experiencia muy grata.
De camino a Teherán el mausoleo de Oljeitu.
Llego a Teherán, su capital de 9 millones de habitantes y su tráfico ultra caótico. Monumento Azadi, el icono de la ciudad.
Jomeini a la izquierda, y el actual Jamenei a la derecha.
Aprovecho Teherán para cambiar una junta de la suspensión delantera que supuraba algo de aceite y cambiar la cubierta trasera. Nuevamente en el taller la gente me venía y me invitaba a sus casas, otros me decían para ir con ellos a jugar a fútbol pensando igual que, por proximidad geográfica con sus héroes del Barça o Madrid, yo podría jugar como ellos, otros que les acompañe porque tienen que elegir un casco para conducir su pequeña moto y seguro que yo debo saber mucho… No me aburrí.
En Irán las tarjetas de crédito occidentales (visa, mastercard) no funcionan. Debes entrar en el país con todo el dinero que esperas gastar en efectivo, cubriéndote algo por si tienes algún contratiempo. Más contratiempos de los calculados serían un auténtico problema en este país, por mucho dinero que tengas en tu cuenta.
Con todo arreglado tomo dirección Damavand. Pedazo de monte (5610m). Quiero subirlo.
Hasta el campo 1 hay carretera asfaltada. Al campo 2 se llega por una pista que tiene una barrera al que sólo dejan entrar a los jeeps y mulas de los porteadores. Al extranjero de la moto grande le dejaron entrar.
Llego al campo 2 donde hay mezquita y todo.
Ceno, duermo y desayuno en este cuchitril junto al afgano e iraníes de la foto.
Empiezo a subir. Era fácil encontrar el camino.
Mucho montañero y montañera iraní.
Último tramo con fumarolas, olor y restos de azufre por el camino; me falta el oxígeno pero consigo llegar: 5610m de altura. El monte más alto de Oriente Medio.
Nuevamente en Teheran, visito el Mausoleo Jomeini antes de tomar dirección Sur.
Lo de siempre en cuanto dejo la moto: primero la rodean , luego te piden permiso para sacarte una foto con ella, después se sacan ellos una foto con ella; ya después, dependiendo de lo simpáticos que les vea, termino yo ofreciéndoles montarse, a lo que nunca dicen que no.
Buena autopista hacia el Sur. Las motos no pueden circular por autopista en Irán. No lo he comentado pero lo iraníes no pueden conducir motos de más de 200cc, de ahí que la mía causara tanta admiración. Yo di por hecho que esa prohibición de las autopistas era sólo para ellos y sus motitos. A mí no me dijeron nada; encima, en los peajes después de saludarme, del de dónde eres, Barça o Madrid, etc. me dejaban pasar, y sin cobrarme.
Siguiente destino Isfahan. Llegó a ser la ciudad más importante en la época gloriosa de Islam.
A destacar su plaza Naqhs-e Jahan.
Masjed-e Imam.
Animadísima a la noche.
Puentes que en verano no tienen agua.
La catedral armenia de Vank.
Masjed-e Jame.
Sigo dirección Sur con temperaturas entorno 38ºC todo el trayecto, lo cual no está nada mal para estar donde estamos en la época que estamos. Y llego a Persépolis. Enorme símbolo de la Unesco a la entrada.
Sin más, todo ello una maravilla. Paseé y paseé, y disfruté. No sólo griegos y romanos supieron construir. Alejandro Magno la arrasó, dicen que corroído por la envidia por su belleza.
Cerca otro tesoro, la necrópolis Naqsh-e Rostam. Talladas en la roca tumbas de emperadores persas.
Éste es el punto de no-retorno del viaje. Si quiero regresar a tiempo a casa con mi moto debería darme la vuelta aquí;.
Decido seguir adelante dirección Este. Siguiente destino Yazd.
Torres de silencio cerca de Yazd, donde los zorostrianos (la religión dominante en la zona hasta la llegada del Islam) dejaban a sus muertos, se cree que para no contaminar la tierra.
Callejeo por su centro histórico.
Mezquita Jame.
Complejo Amir Chakhmagh.
Una amiga.
Tomo dirección la ciudad santa de Mashhad. La etapa más complicada en Irán ya que debo atravesar uno de sus desiertos, el dasht-e kavir.
En la siguiente foto estaba a 46ºC, la temperatura más alta del trayecto. Según los lugareños tuve suerte porque lo habitual en esta carretera en Agosto es rondar los 50ºC.
Sin problemas en todo el país para conseguir gasolina, a 0,35€/l; eso sí, de muy bajos octanajes. La moto iba pero se notaba la pérdida de potencia.
Más amigos.
En esta zona mayor frecuencia de controles policiales; intuyo que se debía a que Afganistán estaba a menos de 200km.
Estos controles incomodan y te retrasan, pero ellos se esfuerzan en hacértelos agradables: te meten en su chabola, te ofrecen té y dátiles, suben el aire acondicionado y te preguntan ¿así mejor?, con mucha calma retocan la televisión hasta encontrar algún canal en inglés, le quitan la silla a su ayudante y te la dan para que te sientes viendo la televisión en inglés, a la fresca del aire acondicionado, comiendo sus dátiles y bebiendo su té, y mientras te van haciendo preguntas pero como queriendo molestarte lo menos posible. Casi todas las preguntas, en estos controles y en las aduanas, relacionadas con el Permiso de Circulación, un documento escrito sólo en castellano no muy pensado para los que gustan de viajar con su vehículo fuera del país.
Llego a Mashhad, la ciudad santa de los chiíes.
Su santuario Ali Reza abierto las 24 horas del día es un entrar y salir continuo de gente en peregrinación (30 millones de peregrinos al año). Para mi fortunio, desde hace unos años permiten el paso a no musulmanes, pero en los controles de la entrada te prohíben entrar con bolsas o mochilas, y con cámaras.
No se puede entrar con cámaras pero sí con móviles. Los jóvenes allí no se cortaban sacando fotos con el móvil delante de los guardas. Yo robe éstas.
Muy sobrecogedor tanta gente, tanta oración.
Toda mujer en Irán lleva el pelo cubierto y manga que llegue como mínimo hasta el codo. Nadie se salta esta norma. Hay ciudades como Isfahan, más cosmopolitas, donde las mujeres llevan pañuelos más alegres, colocados a la altura del moño para dejar ver toda la parte superior de la cabeza, y con un resto de indumentaria totalmente occidental. En Mashhad predominan las túnicas negras hasta los pies.
Esas túnicas que llegan hasta el suelo pueden ser peligrosas en las escaleras mecánicas. Lo advierten.
Última cena en Irán con un multicultural grupo de trotamundos.
El visado de Turkmenistán es el más complicado seguramente de toda Asia Central. El visado turista sólo es posible si contratas un carísimo tour con alguna agencia local; la única posibilidad para el que le gusta ir por su cuenta es el visado de tránsito. Yo lo pedí en Ankara y lo recogí en Mashhad (apurando bastante y con bastantes nervios porque no siempre lo conceden). Este visado es sólo para 5 días y para solicitarlo debes tener ya el visado del país a donde vas, en este caso Uzbekistán.
En la frontera todo relativamente fácil, aunque lento; son muchos papeles los que hay que sellar que me llevaron entre 2 y 3 horas entre la salida de Irán y la entrada a Turkmenistán.
Turkmenistán está bastante separado de Turquía pero tienen caracteres y un idioma muy parecidos. Aún siendo morenos de piel, ya se les empieza a notar un cierto toque rasgado en sus ojos.
Voy directo a su capital, Ashgabat. Andaba muy justo de efectivo; necesitaba sacar dinero con la tarjeta y en la capital están los únicos lugares donde poder hacerlo.
Cubierta de tacos adelante, la cambié en Mashad.
Al solicitar un visado de tránsito debes definir la ruta que vas a seguir, y no puedes desviarte. Yo tenía que seguir dirección norte atravesando el desierto de Karakum.
En mitad del desierto llego al punto donde según el gps estaba el desvío que estaba buscando.
Me paro a pensar porque no lo veo nada claro. Justo en ese momento aparece un joven en moto que directamente, sin decirle a dónde quiero ir, me dice: - Por 20$ te acompaño. – Te doy 10$, pero si me caigo o me quedo atascado en la arena me tendrás que ayudar, ¿ok?. - Ok.
Todo esto ya de noche. Las fotos que veis ahora son de la vuelta al día siguiente.
Es pura arena, pero para eso he estado cargando una rueda de tacos por media Eurasia.
Un grupo de rusos me invitan a un ‘cognac turkmeno’, como lo llaman ellos. Pasamos un buen rato. Al borde del cráter se ven a unas personas que ayudan a hacerse una idea del tamaño del mismo.
Uno de los mejores lugares donde he pasado la noche.
Al día siguiente sigo camino norte. Este desierto que atravieso requiere una autonomía de gasolina para 430km que mi moto no tiene. No me complico y paro a dos pequeñas motos y les pido/compro una pequeña transfusión. La pago a 0,8 dólares/litro, el triple que en la gasolinera.
Final del desierto en Konye-Urgench en el norte. De gran relevancia histórica en el pasado; arrasada por Genghis Khan.
Turkmenas, siempre muy coloridas.
Entro en Uzbejkistan. Requiere visado que se obtiene en 10 días en la embajada de Madrid. La frontera fácil, pero nuevamente pesada, mucha espera.
Primeras fotos en Uzbekistan.
Uzbekistan probablemente donde más secuelas quedan de la antigua ruta de la seda.
Cerca de la frontera está Khiva.
La ciudad no es muy grande, eso hace que sea muy cómoda de visitar.
Tomo dirección Bukhara hacia el Este.
Restos del Guldursum Qala, una ciudadela del siglo I.
El gobierno quiere potenciar la compra de coches que funcionen a gas, y lo hace eliminando la gasolina de las gasolineras. Ya había leído algo en internet pero no creí que estuviera tan implantado. Éste es un verdadero problema. Tuve que echar mano del mercado negro para comprar gasolina, y esto no es fácil en un país donde prácticamente nadie habla inglés. Me hizo perder mucho tiempo.
Llego a Bukhara. Imprescindible ciudad.
Bukhara es el centro religioso de Uzbekistan, y Maghoki Attar, la mezquita más antigua de todo Asia central , en la siguiente foto, su mayor exponente. Dicen que los locales la enterraron para evitar que fuera destruida por los mongoles de Genghis Khan.
Char minar.
¡¡¡QUIERO UNA FOTO CON ESA MOTOOOO!!!
Sigo hacia el Este y llego a Samarcanda. No hay ciudad más mítica en toda la ruta de la seda que ésta. La ciudad azul. La ciudad de las mil y una noches. Llegar aquí es un sueño para mí.
Sobran los comentarios.
Sigo hacia el Este. Tramos de pista en la carretera principal que lleva a Kirguizistán. Por estas tierras como mínimo ruedas mixtas.
Kirguizistán es el país más fácil. No requieren visado. Nuevamente prácticamente solo en la frontera. Aquí los rasgos son ya totalmente orientales.
Llego a mi destino, Osh.
Y esto es todo, por el momento.
Agur. Ondo ibili.